Muchas de mis sesiones comienzan preguntando a la persona qué es lo que quiere, qué espera resolver en esa sesión. Y la mayoría de la gente contesta ¡pero no a lo que yo pregunto!, sino a qué es lo que NO quieren. Y es que eso es más fácil. Puedo saber que quiero dejar de tener dolor, que quiero dejar de sufrir, de fumar, de vivir con escasez, de vivir limitada por algo o alguien; pero responder a qué es lo que sí quieres, no suele resultar tan fácil.
Y es que vivimos en una sociedad en la que ponemos nuestro foco de atención en lo malo, en lo que no nos gusta (ya de peques nos recalcan todo lo que hacemos mal), y lo que está bien visto es la queja: es lo que oímos continuamente. Me resulta curioso que cuando muestras el lado positivo de algo (casi todo lo tiene) muchas personas tienden a buscar otra cosa negativa, el famoso: “sí, pero…”. Para más inri, parece que si te va bien o estás bien, encima no es correcto decirlo (¡¡que tontería!!). Si somos capaces de alegrarnos por los demás, viviremos más felices.
Otra cosa que influye en este “no saber que quiero” es como nos hemos metido en esta sociedad de la competición. Ya desde niños y niñas comienza esta carrera… Fulanito escribe mejor, mira tu prima que bien se porta… y ¿cómo me siento con esto? Hasta se supone que ya los espermatozoides corren unos contra otros para llegar primero (lo que hacen la mayoría de ellos es volver la zona permeable para que lleguen los que llegan). Pero esto es así… una carrera, una competición, en la que todos tenemos que querer lo mismo y por supuesto: ser iguales y encima los mejores, un doble imposible. ¿Sabes qué? ¡Que yo renuncio!
Muchas de las personas que vienen a verme son de esas que no encajan en lo estipulado y se sienten “fuera de lugar”. Y a mí me parece injusto, porque me parece que lo que está fuera de lugar, claramente, es lo otro 😀 Pero me gusta mucho este tipo de personas, porque las siento afines a mí. Me encanta ver que salen de las sesiones más contentas, más confiadas, más guapas. Y es que no hay mejor regalo que ¡tomar nuestras alas y usarlas!
Así que yo elijo ver a las otras mujeres bonitas, inteligentes, amables y disfrutar de ello; y es más: ¡se lo digo! Para que lo sepan, porque es cierto. Y además las admiro: a ellas y a ellos. Y me encanta como visten o el coche que tienen o su suerte, y les veo desde el amor y la admiración, no con “envidia”. Y eso me hace feliz, porque así lo elijo, no lucho, me suma lo de los demás. Menudo regalo…
Y decido también dejar de quejarme, porque sinceramente, creo que no tengo derecho y veo mi vida como sí es: mágica, llena de bendiciones. Y decido agradecer por lo que sí tengo, sí me gusta. Y desde que hago esto, reconozco que soy mucho más libre, más feliz y más humilde. Y ¿sabes lo mejor? Cada vez somos más… ¿te vienes?
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